La vigilancia volcánica es una de las tres acciones básicas que recomienda la comunidad científica y política internacional para reducir el riesgo volcánico en cualquier área volcánica activa. Esta recomendación se hace a través de la IAVCEI y la UNESCO a raíz del Decenio para la Reducción de Desastres Naturales (1990-99) declarado por la ONU en 1989. La finalidad de la vigilancia volcánica es mejorar y optimizar la sistemática para la detección de señales de alerta temprana sobre un proceso de reactivación del sistema volcánico. Esta detección temprana resulta ser de una gran importancia para los sistemas de Protección Civil, que son los usuarios finales de los resultados que derivan de la vigilancia y los únicos responsables de declarar el nivel de alerta volcánica ante la ciudadanía y ejecutar el plan de emergencia sobre el fenómeno volcánico.
Cualquier programa de vigilancia volcánica debe tener un enfoque multidisciplinar que tenga en cuenta el seguimiento de parámetros geofísicos (principalmente sismicidad y temperatura), geodésicos (deformación del terrero) y geoquímicos (gases volcánicos). Este enfoque comprende no sólo la operación y mantenimiento de redes instrumentales permanentes que nos permitan el registro en modo continuo de parámetros potencialmente precursores de la actividad volcánica, sino que además comprende la realización de un amplio seguimiento y medida en modo discreto (no continuo) de otras variables adicionales que también son potenciales señales premonitorias del fenómeno volcánico y que no pueden registrarse en modo continuo por razones técnicas diversas. Estas dos formas de monitorización no sólo son necesarias, sino que además son complementarias.